SECUENCIA
DIDÁCTICA: VOS EL TRÁNSITO Y YO
Resumen:
El
tránsito es un sistema organizado, con normas que regulan la circulación,
conformado por el hombre, los vehículos y el ambiente. Al trabajar en educación
del transeúnte ponemos el acento en los sujetos como ciudadanos que circulan,
independientemente de la forma que utilicen. A partir de aquí, podremos
reconocer al sistema de tránsito como una construcción social.
Partiendo
del nivel que poseen los niños y el lugar donde viven, proponemos trabajar la
idea de que el tránsito lo hacemos entre todos y que hay normas que lo regulan.
Objetivos:
Que
los alumnos logren:
- Reconocer a las personas como partícipes y
constructores del sistema de tránsito.
- Comprender que hay normas que regulan la
circulación.
- Iniciación en el conocimiento y respeto de las
normas.
- Sensibilización frente a la necesidad de cuidar y
mejorar el ambiente social.
Descripción:
Primera
etapa:
Pregunte
a los alumnos qué son las señales de tránsito y cuánto conocen de ellas.
Explíqueles
que las señales de tránsito son tan importantes, no son solo carteles colocados
al costado de las rutas y calles -o elevados sobre el piso- Señalar que
transmiten información útil para los conductores, peatones y ciclistas. Algunas
nos indican qué cosas se pueden o no se pueden hacer, otras que tengamos
cuidado porque puede haber peligro, y otro grupo nos informa sobre las calles,
rutas, etcétera.
Para
ello se les dará a conocer Leyes
importantes para una buena circulación, evitando infracciones o siniestros
viales. Utilizando imágenes de las señales y su clasificación: reglamentarias,
preventivas e informativas.
Algunas
señales que puedan llegar a ser conocidas por ellos, como por ejemplo: escolares,
niños, pare, el semáforo, etcétera.
Explíqueles
qué indican las señales que les muestra, y que debemos respetarlas por nuestra
seguridad y la de los demás, porque las señales, como las normas de tránsito,
organizan la circulación en las calles.
Al
trabajar en educación del transeúnte se pone el eje en la formación del
ciudadano que transita. En esta línea, las normas de tránsito deben ser
entendidas como una necesidad para la convivencia y no como decisiones ajenas.
Segunda etapa:
Una
vez que hayan tratado el tema de las normas como reguladoras de la circulación,
proponemos trabajarlas desde el punto de vista de la convivencia.
Realizar preguntas como: ¿Para qué sirve el semáforo y
por qué debemos respetarlo? ¿Por qué el conductor debe ir con cuidado cuando ve
la señal de escolares? ¿Por qué hay que detener el vehículo, ya sea coche o
bicicleta, ante la señal de pare? Qué sucedería si no respetáramos estas
señales?
Puede
explicarles que, así como en casa y en la escuela hay ciertas normas y costumbres que se deben
respetar, en la calle también hay normas que son necesarias para convivir
tranquilos y seguros con nuestros vecinos.
Proponer
a los niños el juego de los errores, a partir de distintas actividades que
comenzarán en el aula y concluirán en el hogar con su familia. Es importante
que durante esta actividad se vaya creando un diálogo acerca de los errores y
por qué son situaciones incorrectas, inseguras, y cómo establecer una buena
convivencia en la comunidad.
Tercera etapa:
Señalar
como prioridad el trabajo de los alumnos con la familia, tratando de
concientizar a la persona como individuo, y como integrante de la sociedad, Creando propuestas
para mejorar el cumplimiento de las diferentes normas, en la escuela, en la
calle, en el hogar, en el barrio. Respetándolas en el día a día.
Recursos:
v Imágenes.
v Actividades aúlicas.
v Material concreto.
v Trabajos de investigación.
Entre otros.
El duende mágico
Cuéntase
que un día, mientras Pedro caminaba por la plaza, encontró una cajita de color
plateado que tenía muchos dibujitos raros, dibujos que Pedro nunca habría
imaginado.
Calladito
e intrigado en un banco se sentó, y despacito y con cuidado la tapita le abrió.
¡Cuál no
fue su sorpresa cuando de la cajita un duende se asomó! Inmediatamente al piso
saltó, y con un pase mágico de tamaño aumentó.
–¡Hola
mi buen amigo! ¡Qué salvación! De estar encerrado ya me había cansado. ¿Qué
mundo tan extraño es este que no lo conozco yo?
-Este es mi mundo, ¿y vos de dónde sos?
-Vengo del mundo mágico y busco diversión, de tanto estar encerrado, ahora
quiero mucha acción...
E
inmediatamente después, con pasitos cortitos, y algún saltito, de la plaza
huyó.
Pedro
quedó sorprendido, pero enseguida reaccionó, y tras el duende en fuga,
corriendo salió.
¡Cuando
vio lo que hacía ese duende burlón...! ¡Ponía todos los carteles patas para
arriba, los conductores no entendían nada y el lío entre los autos no terminaba
nunca! A los semáforos de la esquina, a todos le cambió el color: violeta, azul
y naranja; gris, celeste y marrón. La gente nada entendía, todos gritaban,
corrían, los autos tocaban bocina. Pedro, desesperado, y el duendecito seguía
contento, saltando de aquí para allá. La ciudad era un caos, los autos no
sabían qué hacer: continuar, parar, algunos miraban los carteles con
curiosidad, otros escapaban gritando sin parar, nadie entendía nada.
En eso y
en medio del samborombóm, un personaje apareció. Su nombre es Merlín, con
capucha y bastón, y seriamente a Pedro se dirigió:
–¿Qué es
lo que está pasando? ¿Cómo es que se escapó? –dijo Merlín.
-Yo encontré una cajita y le abrí la tapita, salió y ya no paró. –contestó
Pedro.
-A ese duende travieso, ya le voy a enseñar que este es un mundo distinto, y
que él no lo puede cambiar –acotó Merlín.
A lo que Pedro contestó: -Él no tiene mala intención, sólo lo hace por
diversión.
Entonces
Merlín se adelantó, tan poderoso, que el pobre duendecito muy quietito se
quedó. El mago levantó de pronto su vara, y las palabras mágicas pronunció.
Mágicamente todo volvió a la normalidad, los colores el semáforo volvió a
recuperar: rojo, amarillo y verde, como tienen que estar. Los carteles de
seguridad a su anterior forma por suerte volvieron a estar, y los del duende
desaparecieron sin llorar.
–Mejor
es que aprendas cómo funciona este mundo. Pedro te puede mostrar todo este
lugar, para que sepas que las cosas no están por estar, que todo tiene
importancia y es por nuestra seguridad.
Merlín se fue caminando y el duende con Pedro quedó, mirándolo con ojos
grandes, aprender le pidió. Entonces Pedro, contento, se dispuso a enseñar, y
juntitos se fueron a recorrer la ciudad.
Pedro:
-¿Ves esas luces de colores?
Duende:
-¡Son para jugar!
Pedro: -¡No! Son para avisarte cuándo podés cruzar. Si cruzás en cualquier
momento un accidente podés causar. Mejor es esperar un poquito nada más. Cuando
el semáforo está verde tranquilo podés pasar, pero cuando se pone rojo ¡sí o sí
hay que esperar!
Duende: -¿Y cuándo está en amarillo?
Pedro: -Es cuando hay que prestar atención y mirar, porque nos avisa que muy
alerta debemos estar.
Duende: -¿Y si cambiamos el color?
Pedro: -¡No! ¿No viste lo que pasó? La gente conoce el mensaje, porque conoce
cada color.
Duende: -Y frente a ese cartel, que dice “Pare”, ¿tengo que parar y no caminar
nunca más?
Pedro:
-No, los conductores tienen que parar, mirar hacia ambos lados, y si nadie
viene, pueden continuar.
Duende: -Y... a este señor tan serio yo lo cambié por un poco más de color, una
imagen mía sonriendo con una flor.
Pedro: -Sí, pero eso no puede ser, porque ese cartel debe a las personas
informar sobre ese determinado lugar.
Duende: -¿Y qué es ese lugar?
Pedro: -Es donde podemos encontrar a los señores encargados de velar por
nuestra seguridad.
Y
siguieron caminando, Pedro hablando y el duende escuchando.
Andando
y andando llegaron a la plaza, y allí se sentaron, en un banquito cercano.
-¿Te
gustó lo que aprendiste? –preguntó Pedro al duende.
-Claro que me gustó, ahora entiendo cómo viven los humanos. ¡Con tantos autos y
tanta gente se tienen que organizar, y para ello reglas tienen que inventar!
–dijo el duende.
-¡Así es!, ¡tal cual!, ¡qué bueno que lo aprendiste, para no hacer nada mal!
–contestó Pedro.
-Sí... aunque me gustaría a mi mundo regresar. Esto es lindo, pero prefiero
bajo mis árboles pasear. –comentó el duende.
Pedro
quedó pensativo, ¿cómo podría ayudar?... Pero en ese momento, justo en ese
momento, volvió a aparecer Merlín, y sonriendo se acercó y al duende le
preguntó:
–¿Cómo
estás mi duendecito? Del castigo de la caja saliste solito, la oportunidad la
tuviste y bien lo cumpliste. Tanto has aprendido que el castigo quedó cumplido.
Ahora... ¿te gustaría estar en estos momentos en tu hogar? Si querés para allá
te puedo llevar.
Ni
lerdo, ni perezoso, el duende se levantó, sonriendo le dio las gracias... y de
Pedro se despidió. Entonces, Pedro vio asombrado al mago allí parado, abriendo
una puerta mágica y secreta hacia el mundo encantado, por la que salieron ambos
con una sonrisa en los labios saludando.
Y esta
historia de tránsito y magia ya se está terminando. ¡Colorín colorado, este
cuento se ha acabado!
PROFE: ELENA AGUERO